Ecografía transferencia - 1ªFIV |
Llegó el día de la punción folicular, ingresamos a las 7:30 de la mañana, en una habitación compartida con una pareja que también se encontraban en su primer FIV.
Yo me sentía nerviosa, una mezcla de temor a lo desconocido se sumaba a la ansiedad que tenía por ser mamá. M no me soltó la mano ni un segundo mientras pudo, siempre muy pendiente de mi.
Vinieron a buscarnos, M fue a dejar su esperma y yo entré en quirófano. Me prepararon cubriéndome entera y cuando me quise dar cuenta estaba en el pasillo, medio dormida, hablando con la doctora que me explicaba que de los 7 folículos a los que le había hecho la punción sólo 2 contenían ovocitos... ¿Cómo que sólo 2? ¿Eso es posible? Sí, se llama síndrome del folículo vacío y su causa es desconocida para los médicos, aunque circulan varias teorías de las que hablaré en otro post.
La transferencia sería dos días después, teníamos que esperar dos días, dos horribles e interminables días a ver si el ovocito maduro había fecundado bien y si el inmaduro podría madurar, lo justo para ser fecundado. La suerte quiso que al día siguiente de la punción el embriologo nos llamara para adelantar la hora de la transferencia y viendo mi preocupación me adelantó que el ovocito inmaduro no se había podido fecundar pero que el otro sí y se desarrollaba de manera normal. Esa mañana lloré, lloré aliviada porque finalmente tendría transferencia y lloré de pena porque nos lo jugábamos todo a un único embrión y nuestras posibilidades disminuían notablemente.
Me realizaron la transferencia mientras me encontraba con la vejiga llena. La doctora no fue nada optimista y ya hablaba del próximo tratamiento después de las vacaciones de verano, si hay algo que he echado más en falta en la Seguridad Social, además de la carencia de recursos, ha sido la falta de empatía para algunas situaciones.
Mi primera betaespera coincidió con el fin de semana y esos días hice reposo relativo. Fue una montaña rusa de síntomas y emociones, en un segundo creía estar embarazada y al siguiente estaba segura que no, tenía el pecho hinchado, dolores de regla, me apareció la línea alba... Fueron los 15 días más largos de mi vida, no podía con la incertidumbre y la sobredosis hormonal no ayudaba.
Me convencía a mi misma y pensaba que no estar embarazada me permitiría disfrutar de las vacaciones como si fueran las últimas de M y mías, que la siguiente vez saldría mejor y que esta había sido un mero trámite.
Pasé tanta ansiedad durante 15 días que el día que me dieron el resultado de mi beta negativa, respiré.
Era mediados de junio, teníamos por delante unas semanas para preparar esas últimas vacaciones sólos y cuando quisiéramos darnos cuenta estaríamos otra vez manos a la obra, la siguiente seria la nuestra... O no...
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